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Lactancia Materna, más que el mejor alimento

  • Foto del escritor: Naserfeliz
    Naserfeliz
  • 17 abr 2020
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 22 abr 2020


Amamantar es toda una experiencia que va más allá de la leche concreta. Es el encuentro íntimo de la mamá y el bebé que se produce después del nacimiento.

Con el nacimiento se genera una ruptura de esa unidad física y emocional entre la mamá y el bebé que tenían cuando estaban en gestación y rápidamente es necesario que se restablezca. La mamá necesita de su bebé tanto como él necesita de ella. Ella lo necesita para reorganizarse emocionalmente después del parto o de la cesárea, que es todo un quiebre consigo misma, con lo que era y lo que ahora empieza a ser. Atravesar el nacimiento para la madre implica un duelo, el duelo de aquello que ya no es: el bebé en su vientre, su tiempo para sí misma, sus propios ritmos, la vida en pareja como la concebían hasta el momento, sus referentes externos -al menos por un tiempo como es el trabajo, los hobbies, los amigos-,  y una infinidad de detalles que emergen y que dan cuenta de que la vida ya no será la misma de ahora en adelante.

Ella necesita de su bebé para despertar sus impulsos maternales, para desplegar todo su potencial maternal implícito desde tiempos inmemorables en nuestra especie. Ella necesita el tiempo, el silencio y la intimidad, para reconocer a su bebé, sus movimientos, sus sonidos, sus guiños, sus gorjeos. Para sentirlo y saberlo suyo.

El bebé necesita a su madre, su único referente en este nuevo mundo. Necesita su olor, su voz, su mirada, sus brazos, sus pechos, su leche, para sentirse seguro y protegido y así garantizar su supervivencia; es un asunto de sobrevivencia. Y más que eso, es un asunto de adentrarse en la experiencia de ser humano.

Nuestra naturaleza humana son los vínculos, nos hacemos en relación con otro y ese otro primero es la madre. Es en esta relación, en este vínculo donde sentamos las bases neurobiológicas de lo que será la futura relación con el mundo: el trabajo, la pareja, los otros.

De ahí la importancia de reconocer cómo todos somos responsables de acoger de la mejor manera este nuevo ser, que viene a habitar nuestro planeta y a hacer parte de nuestro contexto. Por ello, médicos, enfermeras, familiares, amigos, requieren comprender la importancia de cuidar a la diada mamá-bebé como una unidad indisoluble que necesita ese tiempo y espacio para instalarse como tal en su nueva vida. No es bueno separarlos, deben verse como una unidad indisoluble.

Este es el primer paso para la autonomía del ser humano, es solo en la unicidad, en el apego, que logramos avanzar saludablemente hacia nuestro proceso de individuación, de autonomía. Solo siendo uno: mamá-bebé, es que se va logrando paulatinamente la separación.

Es por eso que, tal como lo expone Hilda Botero (psicoanalista colombiana), amamantar no es solo dar leche concreta, es en esencia, alimentar, nutrir los lazos con la vida. Según Hilda Botero, el amamantamiento satisfactorio es toda una escuela para la separación.

Así que hablar de amamantamiento es hablar de salud mental. Y los padres están interesados en que sus hijos sean seres humanos sanos, felices, auténticos y esto implica hacer cambios, atreverse a hacer las cosas de manera diferente. Es imprescindible crear consciencia de nuestra esencia, de nuestra naturaleza vincular, de saber que es en esta primera etapa de la vida donde tenemos la posibilidad de desarrollar la confianza básica y necesaria para emprender la aventura de la vida de una manera sana, en armonía, equilibrada, logrando ver en el mundo su lado bueno y de esta manera relacionarse con él de manera amorosa.

Tal como en el vientre, las primeras experiencias de vida fuera del útero están dejando huellas en el cuerpo del bebé. Estas huellas serán la brújula con la cual este nuevo ser se guiara para elegir sus posteriores experiencias. Es por esta razón que la OMS, Organización Mundial de la salud, hace tanto énfasis en promover la lactancia materna a nivel mundial como la experiencia que por un lado previene tantos problemas de salud, y por otro lado aporta a la sociedad nuevas posibilidades de relaciones más saludables, más armónicas y menos violentas y de esta manera ir creando una espiral de cuidado y aceptación de sí mismos y de los demás. Tal vez de esta manera aportemos a un mundo menos violento.

Entonces más que la técnica de amamantamiento es importante empezar a hablar de la experiencia de amamantar, de trascender el cómo y permitirle a la mamá y al bebé encontrarse en intimidad y descubrirse y de esta manera descubrir una nueva manera de relacionarse fuera del útero. El encuentro con el pezón le permite al bebé sentir la continuidad que tenía con mamá en el vientre. Es la misma experiencia de unicidad ya que siente el cuerpo de su madre, sus brazos, su olor, sus sonidos, su amor.

Es por ello que estos primeros días el bebé quiere permanecer conectado a su madre, a su centro, a su universo. Es lo que llamamos lactancia a libre demanda. Y su sentido es procurarle al bebé un inicio de la vida humana absolutamente gratificante y satisfactoria, para que esas huellas queden impresas en su cuerpo, en su cerebro y la experiencia sea: “este mundo es bueno”. Si el bebé confía en que el mundo tiene lo que él necesita, generara respuestas de agradecimiento y de optimismo que a futuro serán la recompensa para toda la sociedad en general. Seres humanos creativos, optimistas, arriesgados, aventureros porque se les permitió desde el principio experimentar lo bueno y desplegar sus propios recursos para lograr “sacarle la leche” a la vida.

Cómo seriamos si las primeras miradas sobre nosotros no fueran de “pobrecito” “dale leche artificial para que no sufra” “está quedando con hambre, así que tú, mamá, no eres suficiente”... todos estos comentarios del entorno responden a experiencias no gratificantes de su inicio, a ansiedades que se proyectan en la vulnerabilidad del bebé y se asumen como fragilidad e impotencia, no reconocen la relación, el vínculo y que quien soporta y contiene al bebé es la madre, su continente, su vida, su seguridad. El enfoque debe ser la mujer-madre, la mujer que está en proceso de transformación desde la gestación, en mujer-madre completa. Y reconocerla, darle su lugar privilegiado y sagrado es nuestra misión; respetar su ritmo, sus movimientos emocionales, sus impulsos y deseos asociados a su bebé, como también sus temores, dudas, errores. Todo esto la va fortaleciendo en su confianza y le va permitiendo ser más arriesgada y espontánea en todo lo que tiene que ver con el cuidado y nutrición de su cría. Ella es única, así como su bebé es único y este descubrirse ambos en su nuevo rol es lo que le permite a ella sentirse mamá y aceptarse tal y como es: perfecta para su bebé.

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